La relación dual, o sea sin terceros que caracteriza al registro imaginario constituye lo que se denomina el yo ideal, o sea la imagen que nos hacemos de nosotros mismos y cuidamos toda la vida.
Pero lo simbólico es ante todo en éste esquema, el Ideal del yo. Éste Ideal constituye todo lo que el conjunto de los otros esperan de mi. Es el llamado Gran Otro, que creemos que sabe todo de nosotros y sentimos que nos observa permanentemente, por fuera y por dentro, día y noche.
De ahí resulta que al sentirn os observados, se configura nuestra natural constitución personal paranoide, igual para todos los seres humanos y de la cual no somos naturalmente conscientes.
De ahí resulta que al sentirn os observados, se configura nuestra natural constitución personal paranoide, igual para todos los seres humanos y de la cual no somos naturalmente conscientes.
Vivimos dentro de un esquema general de observadores y observados,
en un sistema, el lingüístico, que constituye el funcionamiento de las leyes del lenguaje y la palabra, subyacente a éste registro permanece sumergido, reprimido digamos, otro nivel donde puja la pulsión, definida como el eco del decir en el cuerpo.
Para Lacan el lenguaje es un don tan peligroso para la humanidad como el caballo de Troya lo fué para los troyanos, se nos ofrece para que hagamos uso de él sin cargo, pero una vez que lo aceptamos nos coloniza. El orden Simbólico establecido por las reglas del lenguaje aparece como un regalo, pero hemos sido invadidos por algo ante lo cual nos dejamos subordinar.
El Orden Simbólico es la constitución no escrita de la sociedad, es la segunda naturaleza de todo ser hablante, dirigiendo y controlando mis actos. El Gran Otro como representante ilusorio que es el que mueve los hilos por la natural tendencia del ser humano de pensar que detrás de todo éste sistema de requisitos y obligaciones existe algo que lo conduce.
De ahí que el Gran Otro ha sido muchas veces investido de cualidades espirituales que atraen sujetos religiosos.
Dice Zizek Pertenecer a una sociedad supone un punto paradójico en el que a cada uno de nosotros nos ordena adoptar “libremente” como resultado de nuestra elección lo que de todos modos se nos impone, todos debemos amar a nuestro país, a nuestros padres, a nuestra religión.
El GranOtro nos vigila y tiene la certeza de nuestras inclinaciones conscientes o no. Éste desplazamiento hacia la figura del Otro de nuestros pensamientos y sentimientos más íntimos está en el centro del concepto lacaniano del Otro.
Las emociones que represento a través de una mascara (el personaje falso) que adopto pueden, de una extraña manera, ser más auténticas y verídicas que las que asumo como mías, como en los juegos sexuales por ejemplo: Un hombre puede mostrar su verdadera naturaleza en la red virtual y presentarse de manera distinta, ya sea como un gran seductor o como mujer, cosa que no hace en la generalidad de los casos en la vida real. Las emociones que siento y que finjo como parte de mi personaje ficticio son simplemente falsas aunque lo que considero mi verdadero yo no las siente, son en cierto sentido verdaderas, si soy sádico perverso, como en la vida real no se me permite expresar éste verdadero yo, adopto entonces una apariencia más humilde, se infiere que mi verdadero yo está más cerca del personaje ficticio que adopto mientras que el yo con que me muevo en la vida real es una máscara.
Dice Zizek "La máscara social es más importante que la realidad directa del individuo que se esconde detrás de ella. El cínico solo cree en los hechos y en lo que ve, pasa por alto la eficacia de la ficción simbólica, la forma en que la ficción estructura nuestra realidad".
Ésta distancia entre mi identidad psicológica y mi identidad simbólica (la máscara simbólica o el título que estoy investido que define lo que soy para y en el Gran Otro constituye lo que Lacán denomina “castración simbólica” cuyo significante es el falo (nunca puede confundirse con un órgano de mi cuerpo). Si llevo una corona mis palabras serán tomadas como soberanas. Tales insignias son exteriores, no forman parte de mi ser.
Asumo una máscara con una función a la que estoy obligado por el orden simbólico. La castración es la distancia entre lo que soy en lo inmediato y el título simbólico que me confiere autoridad, insignia, falo u órgano sin cuerpo.
A causa de ésta brecha el sujeto nunca puede identificarse completa e inmediatamente con su máscara simbólica o con su título. Cuando aparece incomodidad con la investidura simbólica se define la histeria, o "hystorización" como dice Miller con respecto a las raices histórico-familiares del desarrollo del sujeto en su evolución, porque ésta se define como el cuestionamiento por parte del sujeto de su investidura simbólica y a su vez la identidad simbólica depende históricamente de un contexto ideológico cultural social específico. La histeria surge cuando el sujeto empieza a sentirse incómodo con su identidad simbólica. ¿Por qué soy ese nombre? reclama Julieta; me dices que soy tu amado, ¿que hay en mí que me convierta en eso? pregunta Ricardo II.
El problema del histérico-a es como distinguir su verdadero deseo de lo que los otros ven o desean en él o ella. "el deseo del hombre es el deseo del Otro". Deseo por el otro, deseo de ser deseado por el otro y en particular deseo por lo que el otro desea. La envidia y el resentimiento son componentes constitutivos del deseo humano, envidia por lo que el otro goza. Es nuestra envidia del otro que tiene lo que nosotros no tenemos y que goza de ello, La demanda de justicia es en última instancia, la demanda de que el goce excesivo del otro se reduzca de tal modo que el acceso al goce sea equitativo. Como no es posible un goce equitativo lo que se impone es una misma prohibición y ésto es imposible.
Como sabemos la psicoterapia de occidente hace hincapié en el inconsciente como en el caso del psicoanálisis. En oriente el pensamiento es motivo de observación con todas sus perturbaciones imaginarias que son causa de conflicto y sufrimiento. La visión de oriente del inconsciente es como un cuarto oscuro en el cual meditativamente introducimos la luz de una vela que por sectores nos va revelando su contenido mediante intuiciones.
Nacemos y crecemos en un mundo de creencias ya sean políticas, religiosas, económicas, psicológicas y muchas más. Solo algunas pasan la prueba de la ciencia quedando la mayoría como teorías que son utilizadas como si fueran veraces, cuando son como dije al principio solo creencias, que nos conforman o deforman y así vivimos condicionados y mentalmente aprisionados por éste orden de símbolos que nos dirige y nos convierte en agentes inconscientes de un sistema.
Éstas creencias se vehiculizan a través de la palabra y se transforman en costumbres y tradiciones.
Éstas creencias se vehiculizan a través de la palabra y se transforman en costumbres y tradiciones.
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